10.1.25

El mundo del grafiti es más complicado de lo que parece desde fuera


La gente joven que simplemente escriben en las paredes textos o sus firmas se reconocen entre ellos como “escritores”, pues lo único que hacen es escribir su nombre, garabatear y son los que muchas veces se consideran por la sociedad como vándalos o grafiteros pintamonas. Es la forma de ir aprendiendo a utilizar las herramientas y a perder el miedo a enfrentarse a la pared vacía pero con el peligro de ser censurado o incluso detenido por la policía.

La realidad es así en este mundo complejo del grafiti, pero mucho a su vez es más amplia en su fondo pues no es una actividad ni simple ni casual. Ni por sus protagonistas, ni por sus actividades, ni por el punto de su carrera artística o su edad.

Buscan simplemente y en un principio multiplicar sus firmas, hacer takeos con sus nombres, ya no tanto en trenes o en vagones de Metro, como cuando todo se inicia en New York, como ya en paredes de todo tipo, a veces en lugares abandonados, pero otras muchas ocasiones en edificios de barrios grandes, de medianas ciudades o de grandes urbes.

Buscan ser reconocidos entre ellos mismos, y a su vez pasar desapercibida su identidad entre el resto de la sociedad. Es un doble juego básico y sencillo de darse a conocer en la calle, entre sus pandillas y amigos. Cada uno busca su propio tipo de letra, la originalidad en su firma, y la intenta repetir decenas, cientos de veces en sus zonas de influencia. Si sus firmas son borradas saben que tienen la obligación de reemplazarla lo antes posible, pues se trata siempre de tener “nombre” de que sus firmas se vean en sus zonas, entras las firmas de sus colegas.