Cuando hace aproximadamente unos 45.000 años y según vemos en la Cueva de Leang Tedongnge (en Sulawesi, Indonesia) alguien decidió pintar por primera vez en su espacio vital una escena de caza realizada por el Homo Sapiens, no sabía que de momento iba a ser la primera pintura rupestre figurativa del mundo.
Él o ella… tampoco sabemos si eran hombre o mujeres las que pintaban en las cuevas.
No sabemos quien fue el que quiso dejar constancia de lo que vivía en esos momentos y en esos lugares. Era un GRITO para que trascendiera, aunque no sabemos sus motivaciones.
Un GRITO realizado al aire libre, dentro de paredes de cuevas para que se conservaran. ¿Hicieron esto mismo en paredes exteriores?
Representa lo que vemos, sobre todo a un jabalí verrugoso de Célebes, un animal autóctono de la isla, y forma parte de un grupo de 73 figuras diversas entre las que hay manos a modo de firma.
Es curioso que esta manera de expresarse se encuentra en una isla de Indonesia pero también y de forma similar en la Europa actual. Sin conexión alguna entre estas civilizaciones, entre estas personas.
Pero necesitaban expresarse. Decir y hablar como sabían.
Y no para que lo contempláramos nosotros pues no tenían ni idea de esa trascendencia en tantos miles de años. Lo hacían para que lo vieran sus vecinos, sus personas cercanas.
Gritaban para ello mismos. Para mostrar poder o para crear espacios de oración. Para decorar lugares de reunión o para mostrar objetivos de caza.