El urbanismo es hermoso en sí mismo, pero es también apabullante. Recibimos decenas y decenas de impulsos, de objetos diferentes y de forma casi constante. Es casi imposible fijarse en todos, seleccionarnos, encuadrarlos.
Y menos mal que sea así, pues de otra manera nos podríamos volver locos intentando observar lo que se nos ofrece, lo que nos rodea.
Cuando viajamos es normal que terminemos cansados, apabullados, casi mentalmente mareados pues todo es novedoso.
Pero en nuestras propias ciudades y sobre todo en los barrios por los que transitamos con normalidad, todo lo vemos repetitivo y no nos fijamos, lo que nos produce calma, tranquilidad.
Digamos que en nuestras calles descansamos de no ver elementos urbanos nuevos. Sería imposible vivir siempre super atentos a todo, como novedades visuales constantes.
Esa imagen es un detalle de las ventanas de las Torres Kio de Madrid, un ejemplo de lo que nos puede sorprender a los que venimos de fuera, pero que pasa desapercibido para la mayoría de madrileños, por salud mental incluso.