Cuando hablamos del uso del Arte en los muros y paredes a modo de propaganda, incluso en la actualidad, tendemos a olvidar que esto viene de muy lejos. Los ciudadanos durante siglos no sabían leer ni escribir, no conocían los libros y su única fuente de información era la palabra de otras personas más formadas, y las imágenes que veían en paredes de la calle o en las iglesias.
Para quien no quisiera entrar en las iglesias se le ponían los santos fuera, en la calle, para que no pudiera pasar sin verlos.
A principios del siglo XVI se construyó la Iglesia de San Antonio los Portugueses (hoy de los Alemanes), en Madrid. A finales de ese siglo se terminó de pintar su interior con frescos como el que vemos.
Un San Luis Rey de los franceses, nombrado santo por su elevada religiosidad, franciscano seglar. De padre francés y madre castellana cambió leyes de todo tipo y por ese motivo unos años después fue nombrado santo.
A la muerte de su padre en 1226, él con 12 años toma el Reino de Francia a su cargo, actuando como regente su madre Blanca de Castilla. Una ocasión perdida para que Francia hubiera sido española.
Nunca fue un gran militar y puede que sí un buen político y religioso, pero para compensar había que explicar al pueblo que era ducho con las armas y por eso aquí lo vemos sujetando una gran espada. Rey y con corona de Santo, pero con la espada que mira con detenimiento para demostrar que sus batallas perdidas no eran culpa de él.
Este fresco sobre los muros de la iglesia obliga a los fieles a observarlo nada más entrar. Su valor es pues totalmente informativo, formativo incluso y bello en un interior de una iglesia que se ha conservado perfectamente con todos los frescos casi intactos.
El Arte se puede utilizar para disimular o contar historias no totalmente reales.